25 septiembre, 2010

Sobrevivir a la horca, cuestión de suerte

Sobrevivir a la horca, cuestión de suerte: "

Sobrevivir a la horca por regla general es practicamente imposible. La muerte por suspensión del cuello se puede dividir en dos tipos,.los que cuelgan de una silla o taburete a corta distancia de los pies, o los criminales que dejan caer a través de una trampilla a una distancia en función de su peso y altura. Está claro que esta última opción da lugar a una fractura en el cuello instantánea y mortal.



Pero que ocurre si esos hombres y mujeres que fueron enviados a cumplir su pecado con el eterno creador, sobreviven a su último día de vida. Tal vez por la casualidad, mucho más amenudo, o quizás por la estupidez de sus verdugos, experimentaron el vivir para morir, un día más….


Por supuesto las tasas de supervivencia eran pocas y las pequeñas probabilidades dependían de la forma de ejecución. En aquella época, el garrote vil, la decapitación, descuartizamientos, o por no hablar de la ejecución por elefante, no dejaban lugar para la esperanza…., recibir un disparo era quizás algo más leve y una remota posibilidad, de que él afortunado pudiera despertar rápidamente al otro lado de los muros de la eternidad.



Uno de los casos canónicos en la suerte de sobrevivir a la horca es el del británico George Lee, más conocido como “Jonh Babbacombe, el hombre al que no se pudo colgar“. Éste marine ladronzuelo de la Royal Navy,  fue condenado por el brutal asesinato de un empleado de una joyería en noviembre de 1884. A pesar de que las pruebas no eran ni mucho menos convincentes y la mayoría clamaban su inocencia, fue sentenciado a la horca.


Tres fueron los intentos para llevar a cabo su ejecución en la prisión de Exeter y todas acabaron en fracaso puesto que la trampilla del patíbulo no se abrió. Dejar de funcionar una vez en el instante más delicado de la línea de la muerte, puede entrar incluso dentro de la morbosa lógica, pero que ocurra tres veces seguidas y, a muy pesar de ser comprobadas por el verdugo de turno James Berry, dejó como resultado un mal presagio,..un mensaje de atención de la divina providencia que hizo temblar a más de uno de los de allí presentes. Los acontecimientos contagiaron al mismísimo ministro del interior Sir William Harcourt que apoderado de la incertidumbre conmutó la pena a cadena perpetua, para finalmente ser liberado años más tarde, en 1907.



Otro aliado del post mortem de la soga fue Joseph Samuel, un muchachuelo involucrado en una pandilla de ladronzuelos de los suburbios de Sydney, que tras cometer un robo en 1801 en una casa de una mujer muy rica e influyente de la ciudad, se vio involucrado en el asesinato de uno de los policías que acudió al lugar. A pesar de reconocer haber robado los bienes, negó su parte en el asesinato, una declaración que de nada le sirvió puesto que, injusta e incomprensiblemente los jueces pusieron en libertad al líder de la banda por falta de pruebas y Joseph  Samuel fue condenado a muerte en la horca.


Curiosamente tres fueron también los intentos por acabar con su vida y ninguno pudo ser consumado. Samuel fue conducido junto con otro condenado en un carro a la ciudad de Parramatta, donde cientos de personas hicieron acto de presencia en unos actos casi habituales de ejecución. Tras asegurar una soga alrededor del cuello de ambos delincuentes, y después de que se les permitiera rezar con un sacerdote, el carro arrancó a toda velocidad arrastrando a Samuel y al otro reo.. Con cinco cuerdas de cáñamo para un máximo de cinco minutos sin romperse, era más que suficiente en un método muy común y extendido incluso hasta la segunda mitad del siglo XIX para las ejecuciones humanas.



Pero no fue así en el caso de Samuel, y tres fueron las veces que el desquiciado verdugo colocó las cinco sogas sobre el cuello del condenado, y otras tantas que acabaron  rompiéndose antes de lo previsto. El gobernador que fue convocado a la escena, inspeccionó las cuerdas que no mostraron evidencias. “Con las mismas cuerdas el otro criminal había sido ejecutado con éxito, en cambio Samuel tan solo sufrió un esguince de tobillo“. El gobernador y toda la multitud estuvieron de acuerdo en que era una señal de Dios, y no era merecedor de la ejecución. Por unanimidad y por real decreto Joseph Samuel recibió el indulto total.


No fueron ni mucho menos dos casos aislados de la divina casualidad,…, un tal George Robert Fitgerald, conocido experto en duelos del condado de Roscommon fue colgado tres veces. En la primera ocasión la cuerda se rompió y Fitgerald fue catapultado unos diez metros entre la multitud, la segunda vez la cuerda era demasiado larga y cayó al suelo con enorme gravedad. Lamentablemente en esta historia, la tercera vez fue efectiva y el señor Fitzgerald tuvo la decencia de morir.



Otro curioso caso en esta historia de frustrados ahogamientos es el de William Duell, fue ahorcado en 1828 por la violación y asesinato. Perdió el conocimiento en la horca y fue dado por muerto. Unas horas más tarde volvió en si, mientras era preparado para la disección de los estudiantes de medicina. Tras el enorme shock producido a los jóvenes estudiantes,  las autoridades se apiadaron de él y fue reducida su pena a cadena perpetua.


Pero no todo es historia,..muy recientemente el 2 de diciembre de 2008 un hombre fue ahorcado por asesinato en la prisión de Kazeroun en Irán, justo momentos antes de ser perdonado por la familia de la víctima. Rápidamente fueron cortadas las sogas y llevado a un hospital donde fue revivido con éxito…



O quizás aun más conmovedora la historia de Sina Paymard, un adolescente de 16 años que fue condenado a la horca por tráfico de drogas. En su última petición bipolar de su vida tocó una tierna melodía con su flauta, que, en un ataque hazaña para la leyenda, conmovió a todos los presentes. Como bajo este poder islámico la ley tiene un precio, una familia negoció un aplazamiento con las autoridades, ..afortunadamente Paymard fue trasladado a la prisión de Teherán donde espera nueva fecha de ejecución. Video


“Si alguno pasare por este puente de una parte a otra, ha de jurar primero a dónde y a qué va, y si jurare verdad, déjenle pasar, y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna“.     Miguel de Cervantes. El Quijote.


Más información en Jonh Lee, en Wikipedia, en British Library y en Mayo Ireland


Si te gustan este tipo de historias de sogas, igual te puede gustar El hombre que se convirtió en un par de zapatos o quizás la trágica historia de Karl Wallenda, bailando sobre la cuerda




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